En el convento sevillano de Santa Inés, tocaba un
famoso organista llamado Maese Pérez al cual iba a escuchar toda Sevilla.
El
día de la misa del Gallo, a la hora de comenzar la misa, transcurrieron
algunos minutos sin que el celebrante apareciese. La multitud comenzaba a
rebullirse demostrando su impaciencia; los caballeros cambiaban entre sí
algunas palabras a media voz, y el arzobispo mandó a la sacristía a uno de sus
familiares a inquirir por qué no comenzaba la ceremonia. Dieron la noticia de que Maese
Pérez estaba enfermo entonces, un organista enemigo
suyo que se encontraba entre el público, se ofreció para tocar diciendo:
"Maese Pérez está
enfermo. La ceremonia debe empezar. Si queréis, yo
tocaré el órgano” Pero apareció Maese Pérez que debido a su estado de
enfermedad era llevado en un sillón. Ni los médicos ni su
hija pudieron evitar que apareciera, él decía: "Esta es la última,
lo conozco. Lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi órgano, esta noche sobre
todo, la Nochebuena. Vamos, lo quiero, lo mando. Vamos a la iglesia".
Cuando comienza la consagración resonó majestuoso el órgano,
pero su sonido se fue apagando gradualmente hasta que de repente se queda mudo.
Cuando los fieles se acercaron vieron a Maese caído sobre las teclas del
órgano, Maese Pérez acababa de morir.
En la Misa de Gallo del año siguiente un nuevo organista, al que
toda la gente creía muy malo, sustituye a Maese Pérez, pero la melodía del
órgano sonaba como siempre. Al terminar de tocar, el nuevo organista juró que
jamás volvería a tocar aquel órgano.
A los dos años de la muerte de Maese Pérez, la madre superiora del
convento encargó a la hija de éste, la cual había entrado de novicia, que fuera
ella la encargada de tocar el órgano. Pero la joven tenía miedo pues había
visto la sombra de un hombre tocando el órgano, y cuando este se volvió, la
miró y vio que era su padre. Pero la Superiora no la creyó y comenzó la misa.
En el momento de la consagración, la hija de Maése da un grito diciendo que
veía a su padre tocando, todo el mundo miró y el órgano sonaba solo...