Hoy vamos a relatar una leyenda que tiene como escenario Los Reales
Alcázares de Sevilla. La protagoniza, una vez más, el rey Pedro I, apodado el
‘el Cruel’ por la fama de despiadado que adquirió durante su estancia en el
trono, si bien sus partidarios lo calificaban como ‘el Justiciero’ para
intentar equilibrar la balanza. No es la primera vez que hacemos referencia a
sus presuntas fechorías (algunas de ellas no están documentadas), y
probablemente tampoco será la última, pues su trayectoria como monarca dio
mucho que hablar en toda Castilla, incluida la capital hispalense.
La historia que nos ocupa es, en esencia, un crimen pasional que
tuvo lugar a mediados del siglo XIV. El rey estaba casado con Blanca de Borbón,
pero, según las malas lenguas, el matrimonio sólo se consumó dos veces por
motivos no demasiados claros. Había quien pensaba que Pedro I no tenía interés
en ella porque realmente estaba enamorado de otra mujer (María de Padilla).
También se rumoreaba que el hecho de que la familia de Blanca de Borbón no
abonara la dote estipulada enfureció al monarca. Y también coexistía una
tercera teoría que fue la que dio pie a la leyenda.
Según esta versión, Blanca de Borbón mantenía relaciones sexuales con
Don Fadrique, hermanastro de su marido. El idilio llegó a oídos del rey, quien
hizo llamar a Don Fadrique inmediatamente. Ambos se vieron las caras en El
Alcázar, entablando una fuerte discusión que acabó en tragedia, pues Pedro I
acuchilló a Don Fadrique con una daga hasta causarle la muerte. Dado que el
suelo, de mármol, aún estaba en bruto y sin pulimentar, absorbió por completo
la enorme mancha de sangre, que aún puede contemplarse en la sala de los
azulejos.